El otro día estuve haciendo compra en el Lidl y habían traído bastantes cosas para la cocina. Caí, claro está, pero con mucho gusto. Me traje una bandeja de horno muy hermosa para que mis asados no pasen estrecheces, con las que tenía los pobres no podían ni moverse… También cayó una tapa para sartenes y cazuelas con una rejilla en el centro para dejar salir el vapor pero no los salpicones, (todavía no la he utilizado, pero me parece ideal para freír tomate, por ejemplo). Otra cosa curiosa que compré es una lámina de una silicona especial del tamaño de una bandeja de horno. Su superficie es antiadherente, así que va genial tanto para amasar sin que se te pegue la masa a todos lados, como para hornear directamente tu hogaza sobre su superficie, sin necesidad de papel ni de espolvorear harina o semolina. Me ha gustado mucho, ya os enseñaré una foto en la próxima receta de pan. Y por último, también entró en el lote un molde imitación Bundt para bizcochos muy bonito, tenía ganas de tener uno de ese estilo. Como es normal estaba deseando probarlo, y para hacerlo qué mejor que este bizcocho de chocolate, cuyo solo nombre ya es toda una invitación, The Darkest Chocolate Cake Ever, que se podría traducir por algo así como “El bizcocho de chocolate más oscuro del mundo”, cosa fina. Tenéis que probarlo, en serio, es sin duda uno de los bizcochos más buenos que he hecho, y en cuanto a consistencia y esponjosidad, el mejor. No sé si será el buttermilk lo que le da esa textura, pero es perfecta, y lo más increíble es que después de varios días seguía igual de esponjoso y jugoso, no se había secado absolutamente nada, ni siquiera el exterior, asombroso. Para la receta y la elaboración he seguido a El Rincón de Bea y a  Food & Cook, ahí es nada, dos de los blogs más estupendos de la red.

Ingredientes:

  • 250 g mantequilla
  • 375 g azúcar
  • 4 huevos
  • 350 g harina repostería
  • 1 cda. bicarbonato sódico
  • 1/4 cdta sal
  • 65 g cacao en polvo sin azúcar
  • 150 ml. agua hirviendo
  • 2 cdtas. extracto de vainilla
  • 240 ml. buttermilk, (si no tenéis podéis sustituirlo sin problema, más abajo explico cómo)

Estas medidas son para un molde de 25 cm., que es bastante grande. El mío es más pequeño así que en vez de ajustar las cantidades hice el bizcocho y magdalenas, dos por uno.

Precalentamos nuestro horno a 180º y engrasamos bien el molde, (yo le puse mantequilla y lo espolvoreé con un poco de pan rallado para asegurarme que se desmoldaría bien).

En un bol ponemos la mantequilla en pomada y el azúcar y batimos hasta conseguir una mezcla  bien esponjosa. Luego añadimos los huevos uno a uno sin dejar de batir, y no añadimos el siguiente hasta que el anterior esté completamente integrado.

En otro bol tamizamos la harina, la sal y el bicarbonato. Añadimos un tercio de esta mezcla a la masa de mantequilla y azúcar y batimos. Ahora incorporamos la mitad del buttermilk y volvemos a batir. Otro tercio de la harina y seguimos alternando con el buttermilk hasta terminar con la harina.

Ponemos a hervir el agua y cuando llegue a ebullición la vertemos sobre el cacao y batimos con energía para que no se nos formen grumos hasta que nos quede una mezcla homogénea. Dejamos enfriar un poco.

Incorporamos el chocolate al resto de la masa junto con la vainilla y mezclamos con suavidad hasta que nos quede uniforme. Llenamos nuestro molde, (pero no hasta arriba, sube un montón), y lo llevamos al horno unos 55-60 minutos, hasta que haya subido, esté firme y al pincharlo con una brocheta salga limpia.

Esperamos unos minutos antes de intentar desmoldarlo y una vez fuera lo dejamos enfriar del todo en una rejilla. Espectacular, ¡no dejéis de probarlo!

¡Ah! Se me olvidaba… tema buttermilk. Yo lo suelo encontrar en el Lidl, pero no lo tienen en todos, así que para hacerlo en casa nada más sencillo que añadirle a 240 ml. de leche una cucharada de zumo de limón o de vinagre, dejarla 10 minutos a temperatura ambiente, remover y ya está lista para utilizar.