Dos días. Dos días es todo lo que hemos necesitado las personas invitadas al Press/Blog Trip Parque Agrícola Valle del Guadalhorce para volver totalmente enamoradas de este territorio, tan cerca de la capital, pero a la vez tan desconocido para muchos de nosotros. Y es que el Valle del Guadalhorce esconde en su interior muchos encantos para enamorar: una riqueza paisajística salpicada de huertas, campos de cítricos, olivares, montañas y vegas, unos pueblos de callejuelas estrechas y castillos que vigilan el valle desde lo más alto, una gastronomía que pone en valor el trabajo de sus agricultores y unas gentes llenas de autenticidad y amor por lo que hacen, ya sea moler grano en un molino de piedra, amasar pan sin otro instrumento más que sus puños, recoger la aceituna aloreña a mano para luego aliñarla con mimo o cuidar del huerto ecológico y hasta de los insectos que ayudan a mantener el delicado equilibrio del ecosistema.

El Valle del Guadalhorce ha sido siempre una zona de una gran tradición agrícola, (no en balde era conocida como “la olla de Málaga”), y se caracteriza por una gran diversificación en sus cultivos: cítricos, frutales, cultivos subtropicales, hortícolas, olivares, cultivos de secano… todos ellos conviven en el Valle del Guadalhorce gracias a unas condiciones climáticas especiales y  a la heterogeneidad de su topografía. Con la llegada del boom turístico de los años 70 en la Costa del Sol, muchos agricultores abandonaron los campos a favor de otros sectores con mejor rentabilidad económica, pero la actual crisis que estamos viviendo ha propiciado su vuelta al campo. Una parte de ellos está reconvirtiendo sus cultivos a ecológico, con un interés por este tipo de cultivo que crece cada año y que se refleja en una superficie actual de unos 1500 ha. Ante este panorama lleno de oportunidades, la comarca ha puesto en marcha un proyecto de gran calado social: la creación de un Parque Agrícola en el Valle del Guadalhorce, un modelo que vincule la producción agrícola con otro tipo de servicios, (gastronomía, turismo rural, canales cortos de comercialización, educación ambiental…), que fomente los lazos de la gran urbe con su campo agrario y que se gestione de forma sostenible en el ámbito social, económico y medioambiental. Bien, pues todo esto es lo que nos han querido mostrar desde el Grupo de Desarrollo Rural Valle del Guadalhorce con estas preciosas jornadas, ¡y vaya si lo han conseguido! Seguid leyendo y veréis.

Día 1

Después de la recogida y presentaciones comenzamos la mañana de la mejor forma posible: con un buen desayuno. En la Cafetería Alameda de Coín, nuestros anfitriones nos explicaban en qué consiste el proyecto del Parque Agrario para el Valle del Guadalhorce, mientras desayunamos mandarinas, pan de “La Curruca” y un lomo en manteca espectacular.

  • Dando un paseo nos acercamos a uno de los dos únicos molinos que quedan en la provincia de Málaga que todavía muelen el grano a piedra. Jose Antonio nos enseñó las instalaciones donde su familia lleva trabajando el cereal desde 1780, y donde ahora, después de haber conseguido certificación ecológica, siguen moliendo todo tipo de grano: garbanzos, trigo, espelta, cebada, maíz, soja, centeno, habas…

Y qué puedo contaros… ¡una auténtica gozada! Mientras Jose Antonio nos daba las explicaciones, mi mente viajaba al pasado, cuando en el pueblo había más de treinta molinos y el río que pasaba por debajo era el que movía esas mismas piedras que ahora veo en funcionamiento, (una es de 1900 y la otra es de 1920).  Donde ahora se acumulan los sacos de harina estaban los pesebres para los animales de carga, y el molinero obtenía como pago el salvado que quedaba después de haber molido el grano. Puedo imaginarme al tatarabuelo de Jose Antonio, sentado encima de la piedra, picándola a mano de la misma forma que hoy lo hace él, porque la piedra  se erosiona y hay que volver a marcarle los canales para que muela bien. Nos cuenta que a él le relaja, que se concentra en ese trabajo y se olvida de todo lo demás, pero que también es un trabajo duro que deja los riñones doloridos, ¡y después de coger al peso las herramientas puedo decir que no es para todos los brazos!

  • Caminando desde el molino nos acercamos a nuestra siguiente parada, la panadería “La Curruca”, donde desde hace 4 generaciones siguen amasando el pan a la manera tradicional, sin otra ayuda que la de sus propios puños. Contemplo asombrada como Miguel “El Curruco” va echando harinas de diferentes tipos, sal, masa vieja que lleva con ellos desde antes de que él naciera y agua directamente de un cubo, sin pesar ninguno de los ingredientes… y cómo sus manos expertas mezclan y amasan hasta conseguir que esos ingredientes cobren vida bajo sus dedos. Y luego está ese horno de leña centenario, agrietado y oscurecido por kilos y kilos de pan, alimentado con madera de olivo del valle… ¿cómo no va a estar delicioso el pan horneado en esas condiciones? Miguel utiliza un termómetro muy especial para saber cuándo debe introducir las hogazas: mete un papel en una esquina, y cuando por efecto del calor coge el tono adecuado, entonces mete el pan, ¡increíble! Después de la visita y de reírnos con las anécdotas que nos cuenta Miguel y Santi, hacemos acopio de panes y dulces y nos dirigimos al restaurante donde vamos a almorzar.

  • Almuerzo en Casa Paco de Coín, con un menú especial dentro de las jornadas gastronómicas Saborea Guadalhorce que en su octava edición giran en torno a la naranja, uno de los cultivos que más y mejor representan a la comarca. Muchísimas gracias a los Hermanos Ruiz Cerrillo, que nos acogieron a las mil maravillas. Y de cómo nos dieron de comer qué os voy a contar… ¡estaba todo delicioso! La presa ibérica a la sal de carbón y las migas caseras con huevo a baja temperatura, naranja del Valle del Guadalhorce y graná merecen un monumento propio, ¡espectaculares! Os pongo algunas fotos para que os mordáis las uñas de envidia…

  • Y después del almuerzo, con el grupo muy animado, (creo que algo tuvo que ver el vino en la comida…), emprendimos camino hacia una huerta tradicional guadalhorceña de producción ecológica, “Huertas Viejas”, donde nos recibió Cristóbal Hevilla. Cristóbal nos hizo una fantástica visita guiada por su huerto, y con ese entusiasmo propio de las personas que creen en lo que hacen, nos enseñó enseñó todas las variedades que cultivan, las especies autóctonas que están recuperando, como la zanahoria morada, y lo que significa para ellos la agricultura ecológica. No se trata únicamente de no utilizar pesticidas ni organismos modificados genéticamente, sino toda una filosofía de vida y de trabajo, basada en el uso racional de los recursos naturales y en el respeto al medio ambiente, buscando un desarrollo sostenible mediante el equilibrio de los ciclos biológicos y los ecosistemas. Metidos en el huerto escuchando sus explicaciones nada nos hacía presagiar el momento “turismo de aventura” que nos esperaba en el campo de frutales, y que dio lugar a una de las experiencias más divertidas de la jornada que todos vamos a recordar. Siguiendo a Cristóbal entre naranjos y limoneros nos vimos metidos en un auténtico barrizal, saltando entre piedras, con ataques de risa y  agarrándonos a las ramas de los árboles para evitar resbalar y terminar tendidos sobre el barro. Incluso los que íbamos con zapatos apropiados terminamos de barro hasta las orejas, así que imaginaros los que llevaban zapatitos de paseo… para una muestra aquí tenéis alguna foto :

Entre risas Cristóbal nos aseguró que pensaba que el suelo había secado más… yo todavía tengo mis dudas de si no fue a propósito… 😉

  • Como última visita del día conocimos la Cooperativa Guadalhorce Ecológico en Villafranco del Gudalhorce, formada por unos 20 productores. Paco nos atendió con mucha amabilidad y nos enseñó las instalaciones, que como nos comentó ya se les están quedando pequeñas. A través de la cooperativa distribuyen alimentos ecológicos de kilómetro cero, es decir, que están cultivados en nuestra tierra, evitando así intermediarios y largos transportes, lo que además de contribuir a disminuir el impacto medioambiental, también permite negociar un precio más justo para el agricultor y para los consumidores. Como en otros momentos durante la jornada, esta visita me dio que pensar. Cada día tengo más claro que como consumidores tenemos una responsabilidad social a la hora de elegir lo que compramos, con cada elección que hacemos estamos enviando un mensaje a los productores, y aunque no seamos conscientes hay mucho poder en eso, así que… ¿qué es lo que queremos para las generaciones futuras?, ¿cómo queremos que sean los productos que alimenten a nuestros hijos? Os dejo el enlace a la página de la cooperativa, desde la que distribuyen sus productos.
  • Para cenar terminamos en la Hacienda Los Conejitos, donde se nos unió María, otra de nuestras embajadoras del Valle del Guadalhorce durante este viaje. El gerente de restaurante, Cristóbal Martín Gómez, tuvo la amabilidad de sentarse con nosotros a compartir la cena y luego enseñarnos sus nuevas e impresionantes instalaciones. El menú que nos sirvieron fue una maravilla, donde no faltaron los productos locales como las aceitunas aloreñas, almendritas de Ardales, sopas perotas o helado de naranja del Guadalhorce, todo regado con vino tinto de la tierra, Vega del Geva.

  • Después de la cena nos trasladamos al Hotel La Garganta para pasar la noche, un complejo turístico rural precioso, cómodo, y situado en un entorno espectacular, la Garganta de El Chorro. Cuando nos levantamos a la mañana siguiente y salimos a la terraza no nos podíamos creer las vistas… mejor os dejo unas fotos, para ciertas cosas una imagen vale más que mil palabras. Ubicado en una antigua fábrica de harinas y localizado al lado de la estación ferroviaria de El Chorro, a tan sólo 45 minutos en tren desde Málaga, me parece un lugar ideal donde disfrutar de la tranquilidad, de la naturaleza o de actividades de multiaventura. Me encantó que tuvieran también un paquete llamado “Estancia Gastroturística Ecológica”, que incluye una visita a una huerta ecológica, explicación agroalimentaria y degustación de productos ecológicos. Da gusto cuando desde todos los frentes se trabaja con un objetivo común. Gracias, Queco, por cuidar de nuestro descanso tan bien, y gracias al personal por la tarjeta con las “propiedades beneficiosas del barro…” ¡nos encantó el detalle!

Día 2

  • Después de un desayuno de reyes en “La Garganta”, nos trasladamos al pueblo de Álora, donde visitamos su casco antiguo y subimos al mirador del Castillo. Desde allí, con la vista del todo el valle a nuestros pies, aprendimos a conocer mejor su fisonomía y dónde se distribuyen los distintos cultivos.

  • Visita a la Cooperativa Manzanilla Aloreña en Álora. Todo un lujo. De la mano de Paco conocimos todo el proceso de la elaboración de la aceituna aloreña, desde que se “ordeñan” los olivos a mano para que la aceituna no sufra, hasta que se aliñan y envasan. Tuvimos el privilegio de catar los tres tipos de aceituna amparadas bajo la DOP Aloreña de Málaga: curadas, tradicionales y verdes frescas, a cada cual más buena… Como contaba en el post de la ensalada malagueña, la aceituna aloreña en la única en España con Denominación de Origen Protegida. Es la reina de las aceitunas de mesa, tiene una carne gruesa que permite que penetre muy bien el aliño y un hueso flotante que hace que se desprenda y separe con mucha facilidad. El aderezo con el que se aliñan está formado por productos típicos de la zona: tomillo, hinojo, ajo y pimiento rojo, que se pueden ver perfectamente junto a las aceitunas. Al ser una variedad con una índice muy bajo de oleuropreina, que es el componente que le da el clásico amargor a las aceitunas, las aloreñas con un par de días en salmuera están ya listas para aliñar, sin necesidad de pasar por tratamientos con sosa caústica, como les ocurre a otras variedades. Paco también nos explicó cómo elaboran el aceite con el resto de las aceitunas que no se destinan a mesa, y también con la producción de agricultores de la zona que les traen sus aceitunas para obtener su propio aceite. A cada agricultor se le cita un día y a una hora, para que de este modo puedan estar presentes cuando se hace la molienda de sus aceitunas. Un proceso muy interesante en el que se aprovecha literalmente hasta los huesos, que se utilizan a su vez de combustible para el molino.

  • La última visita la realizamos a una finca de cítricos en Pizarra, en la que nos atendieron con mucha simpatía Carlos y Juan, propietarios, y Rafael, un amigo del pueblo con una vitalidad y buen humor increíbles. Nos internamos entre los árboles frutales y nos dimos el capricho de comer directamente de la rama limones, limas, naranjas, mandarinas… y todo un descubrimiento para mí, ¡el limón dulce! Lo más divertido fue cuando les dieron a probar a Paloma y a María una naranja cachorreña como si fuera dulce, ¡había que ver sus caras! Para los que no lo sepan, la naranja cachorreña es amarga como la hiel… A María, que es perota hasta la médula, le van a estar recordando que le dieron gato por liebre durante una buena temporada…

  • Y para despedirnos de las jornadas terminamos almorzando en Pizarra, en el Cortijo del Arte, una antigua vaquería árabe reconvertida en un hotel rural precioso con mucho encanto. Como primer plato, dentro de un menú magnífico, nos sirvieron unas “sopas aplastás” que servían desde un inmenso lebrillo y que estaban espectaculares, nos devolvieron la vida después de la intensa mañana.

Dos días maravillosos de los que he vuelto cargada de buenas sensaciones: el olor de la masa madre fermentando, del zumo de la aceituna, de la salmuera y de los aliños, del azahar en los campos, del huerto y de la tierra mojada… El sonido del molino de piedra triturando el grano, el crepitar de la leña en el horno… El tacto suave de la masa de pan, de los granos de espelta y de la harina recién molida… El sabor de las naranjas del Valle del Guadalhorce, de las aceitunas aloreñas, del pan con manteca colorá y de las tortas de aceite… Y por encima de todo, el cariño y la hospitalidad con las que nos han acogido desde el GDR Valle del Guadalhorce, que está desarrollando un trabajo increíble de dinamización  y de apuesta por un desarrollo sostenible del territorio. Su pasión y su conocimiento del Valle del Guadalhorce nos han entusiasmado a todos, y es que cuando uno cree verdaderamente en lo que se está haciendo y le pone amor, es fácil contagiarse. Muchísimas gracias a Toñi Gallego, Margarita Jimenez, María Trujillo, Queco… y todas las demás personas que han contribuido a que nos enamoremos en estos dos días.