“Miel sobre hojuelas”. Seguro que habéis oído o utilizado esta expresión para referiros a algo que no es sólo bueno, sino que es lo mejor de lo mejor, insuperable. Bueno, pues al parecer esta frase hecha viene de estos dulces de masa frita que se suelen tomar espolvoreados de azúcar o también bañados en miel. Si con azúcar están buenos, con la miel ya es para morirse, y de ahí aquello de “como miel sobre hojuelas”. Pues éstas son las famosas hojuelas, al menos las que yo he conocido toda la vida, y por el significado de la frase ya podéis imaginaros cómo están de ricas. La receta me la pasó hace un montón de años mi Tía Yolan, que es una cocinera fantástica, y se hacen mucho en el pueblo de mi padre. Tal y como me dio mi tía la receta, la cantidad de harina que lleva esta masa es “la carmita”, (¡por fin!, ¡qué ganas tenía de poder escribirlo en alguna entrada!), o sea, que vamos añadiendo la harina que admita la masa hasta que veamos que ya no se nos pega en las manos.
¡Ojo! Os advierto que esta masa cunde muchísimo, con estas cantidades salen hojuelas para todo el vecindario. La primera vez que las hice no lo sabía e hice la receta tal cual. Llegó un momento que tenía ganas de llorar, la cocina parecía la invasión de las hojuelas asesinas, me rodeaban por todas partes, mirara donde mirara allí estaban, ya no encontraba tupers donde meterlas y seguían reproduciéndose y reproduciéndose… Esta vez he hecho la mitad y todavía son un montón. He aquí la prueba:
- 3 huevos
- 1 vaso aceite de oliva
- 1 vaso vino dulce, (del que está hecho con las uvas pasas y es muy oscuro, prácticamente negro)
- 1 vaso leche
- 2 cdtas. canela molida
- 1 sobre levadura repostería
- harina repostería
- aceite girasol para freír
Freímos el aceite de oliva con una corteza de limón y cuando se tueste la sacamos, lo apartamos y dejamos enfriar. En un bol grande batimos los huevos y añadimos el aceite frío, la leche, el vino, la levadura y la canela. Mezclamos y vamos incorporando harina. Cuando ya no podamos trabajarla en el bol la pasamos a la encimera enharinada y amasamos bien. Si vemos que se nos pega a las manos es que necesita más harina, le añadimos un poco y seguimos trabajándola. Debe quedarnos una masa suave, elástica y homogénea. La tapamos y dejamos reposar 1 hora. Aceitamos ligeramente nuestra superficie de trabajo y vamos cogiendo pequeños trozos de masa que extenderemos en tiras finas con la ayuda de un rodillo. Freímos las tiras en aceite de girasol hasta que estén doradas dándoles la vuelta para que se hagan por ambos lados. A mí me gusta retorcerlas un poco en el aceite para darles formas irregulares. Luego las bañamos en miel caliente rebajada con un poco de agua y ya están listas para disfrutar. A una parte les espolvoreé azúcar con canela y también quedaron muy ricas.
Por Dios Ceci, pero que buena pinta, ahora me has metido las ganas de hacer las hojuelas.
En Madrid hacen una historia similar, los pestiños, pero no se si es similar o igual… Da igual, estos tienen que estar de vicio.
Y con tantos tuppers que veo en la foto…ya podías mandar algo para casa jeje
bicos
Alfonso
¡Hola, Alfonso! La verdad es que están buenísimas y es verdad que son muy parecidas a los pestiños, pero la masa de los pestiños suele estar hecha con vino blanco en vez de dulce y además lleva semillas de anís, que las hojuelas no. A mí me encantan las dos. Salieron montones de ellas, pero repartiendo repartiendo ¡ya no queda ni una! Para la próxima te guardo un túper con dirección a Madrid. Si te animas a hacerlas cuidadito con las cantidades, no te vayas a acordar de mí cuando te empiecen a rodear y se hagan fuertes en tu cocina. Quien avisa no es traidora… 😉
Bstos