¿Quién no ha oído hablar alguna vez del famoso origen de esta tarta invertida? Cuenta la historia que dos hermanas que regentaban el “Hotel Tatin” en Lamotte-Beuvron, Francia, allá por 1889, inventaron esta receta tan conocida de la cocina francesa por accidente. Caroline y Stéphanie se encargaban también de la cocina, y un día preparando una tarta de manzanas olvidaron ponerle la base antes de echar la fruta encima, ¿y qué hicieron?, pues ponerle la capa de masa quebrada encima, hornearla de esta forma y luego darle la vuelta con cuidado. El resultado ha perdurado en la historia, en los grandes restaurantes y en los libros de cocina hasta ahora, así que ¡benditos sean los accidentes que terminan bien!

Este receta de tarta tatin de tomates cherry es una adaptación de la dulce y la verdad es que ha sido una sorpresa, debo reconocer que no las tenía todas conmigo. Mi marío tampoco estaba muy convencido y lo cierto es que cuando algo no le encaja del todo suele tener razón, (como él no se cansa de recordarme, claro). Si le hubiese hecho caso no contaría entre mis grandes creaciones culinarias con desastres como “marisco con crema de aguacates y queso gorgonzola al horno”, (la receta es real, ¡lo juro!, y resulta ser una asquerosidad incomible, doy fe). A lo que voy, que al final ha salido buenísima. Los tomates al tener la capa de masa encima cubriéndolos por completo se hacen casi al vapor en su jugo y concentran todo el sabor y la masa queda muy fina y rica. Me ha gustado más de un día para otro que recién horneada, se pierde un poco el punto fuerte del vinagre y están los sabores más equilibrados, (¡ups! qué fino que me ha quedado eso…).

Ingredientes:

  • 25 g mantequilla
  • 1 cda. azúcar
  • 500 g tomates cherry
  • 1 diente de ajo triturado
  • 2 cdas. vinagre
  • sal
  • pimienta
  • 1 cda. albahaca fresca picada

Para la masa:

  • 250 g harina repostería tamizada
  • 150 g mantequilla
  • una pizca de sal
  • 1 cda. orégano
  • 7-8 cdas. agua

Precalentamos el horno a 200º. Fundimos la mantequilla en una sartén y añadimos el azúcar. Cocemos a fuego medio tirando a alto hasta que comience a dorarse, ¡ojo con pasarse!. Retiramos del fuego y añadimos los tomates cortados en dos, el ajo machado y el vinagre. Removemos bien y salpimentamos. Volcamos esta mezcla sobre un molde redondo apto para horno y distribuimos bien los tomates, colocándolos  con el corte hacia abajo para que cuando le demos la vuelta quede más bonita.

Para la masa mezclamos harina, sal y orégano. La mantequilla la añadimos a trozos y la frotamos con la harina trabajando bien hasta que nos queden una especie de migas. Añadimos el agua, sólo la cantidad necesaria para ligar todos los ingredientes. Amasamos ligeramente hasta conseguir una masa suave pero no pegajosa. Si vemos que la mantequilla se está derritiendo por el calor de las manos, hacemos una bola con la masa y la metemos en la nevera 20 minutos.

Sobre la encimera enharinada extendemos la masa con un rodillo hasta formar un círculo  un pelín más grande que el diámetro del molde. Lo colocamos sobre los tomates y remetemos el borde hacia dentro. Pinchamos la masa con un tenedor para que salga el vapor y al horno unos 25-30 minutos hasta que esté dorada y tenga una consistencia firme.

La dejamos reposar 2-3 minutos, le pasamos un cuchillo por el borde para separarla si es necesario y aquí viene la única parte difícil de la receta, la volcamos con decisión sobre una bandeja para servirla caliente. A mí los tomates me soltaron mucha agua y tuve que escurrirla un poco antes de desmoldarla, así que cuidadito con los salpicones. La espolvoreamos con la albahaca picada y lista para disfrutar.