Hasta ahora no me había dado por escribir de libros de cocina, pero es que Hecho a mano no es un libro de cocina cualquiera. Ya os hablé de Dan Lepard a propósito del pan de cerveza negra, miel y copos de avena tostados, todo un gurú en esto de hacer pan en casa. Pues mi marío me regaló hace unos meses su libro “Hecho a mano”, que además está traducido al español por nuestro Ibán Yarza. Miel sobre hojuelas. Este post en realidad iba a ser de una receta suya, pero me estaba extendiendo tanto en la introducción hablando del libro que pensé que si tanto me había gustado se merecía un post aparte.

El libro es una auténtica maravilla, engancha sin remedio. A través de un viaje por Europa que Dan Lepard realiza con su cámara colgada, (las fotos son suyas, y es que antes de panadero fue fotógrafo), nos acerca las personas entrañables con las que se cruza, sus historias, sus anécdotas, su forma de vivir, sus métodos y técnicas… pero sobre todo, de lo que más lleno está este libro es de amor al pan, a sus gentes y a los productos que la tierra nos ofrece y que lo hacen posible.  Ibán dice que él siempre lo ha explicado como “un libro de amor, que curiosamente trata de pan”. No se puede describir mejor ni más bonito.

Por supuesto también contiene una parte más “técnica” en la que Dan Lepard nos habla de ingredientes, amasado, formado, horneado y una parte muy interesante con un paso a paso para poder elaborar masa madre en casa. Dan sabe muchísimo de pan, pero es de esas pocas personas que es capaz de hablar de algo de lo que sabe mucho de manera que las que no sabemos tanto lo entendamos perfectamente. Esa parte es muy útil, por supuesto, pero a mí me conquista cuando con esa forma de escribir y observar tan pausada, tan dulce, tan llena de curiosidad, poesía y sabiduría pero sin asomo de afectación,  nos va presentando a Nina, que vive a 300 kilómetros al sur de Moscú y se dedica a enseñar a grupos de niños cómo se vivía hace 50 años, o a Saodat, que nos cuenta que cuando los jóvenes uzbecos van a la guerra el padre cuelga el pan de la pared como amuleto para protegerlo y no se lo comerá hasta que vuelva sano y salvo. En Ucrania María nos confiesa cómo aprendió que el pan no requiere de mucha leña, lo que casi le cuesta que su casa saliera ardiendo, y la madre Teresa nos descubre el origen del pan trenzado kálaj. El truco para mantener el pan tierno de Bodil en Dinamarca, el pan negro de Eva Hauch, guardado como un regalo en papel parafinado hasta poder abrirlo días después, la resignación de Franz Stricker en Alemania, sin nadie a quien transmitir sus recetas, la Escuela de Vida Sostenible en Killowen, Irlanda, las hermanas Bera en Italia, que controlan el mercado del queso y el pan en Turín, los panecillos pétit épi franceses, los más imitados del mundo, el molino de Golspie Mill en Escocia… y tantas y tantas otras historias inolvidables.

¿Y las recetas qué? 80 panes y se me antojan TODOS,  con eso lo digo todo. Los hay desde muy sencillos hasta bastante más complicados, para todos los gustos y experiencias, pero sí es cierto que estoy contenta de haber encontrado este libro en este momento, cuando ya no me asustan las recetas con masas madres, harinas “raras”, (cebada, centeno, maíz, garbanzos, avena…) o ingredientes poco habituales. De todas formas Dan Lepard tiene una manera de escribir tan cercana que todo parece muy fácil y contagia la alegría de hacer pan en casa, porque como dice él, lo único que nos hace falta de verdad son nuestras manos. Además, en el caso de ingredientes más difíciles de encontrar, suele darnos algún consejo para sustituirlo por otro, lo que resulta muy útil. Algo que me encanta del libro es que nos anima también a no quedarnos encerrados en una receta, sino a experimentar con los productos de nuestra zona y aprovechar lo que tengamos más a mano, a utilizar de manera sostenible lo que la tierra nos da. Otro punto a su favor: ¿no os da rabia cuando hacéis una receta de pan y lo que sale de vuestro horno es un engendro al lado de la maravillosa, (y retocada), foto del libro? Las de Dan Lepard son muy sencillas, el pan sobre un fondo claro, un paño o una tabla de madera y punto. Nada de vajilla de porcelana ni de fondos  rococós. Con un poco de suerte tu pan te saldrá bastante parecido al de él, ya que la mayoría han sido horneados durante su viaje en hornos caseros de toda Europa.

En fin… un libro que es un pequeño tesoro, entiendo perfectamente la fama que tiene entre la comunidad panarra, pero recomendable para todo el mundo sin excepción, incluso si todavía no hacéis pan en casa. Pero si es así… ¿a qué estáis esperando? Lo único que necesitáis son vuestras manos.