No quiero reconocerlo, pero ha llegado ese terrorífico momento que todas tememos más que una sesión de depilación. De nada vale intentar ignorarlo cada vez que me sirvo un poco de helado, la realidad se abre paso a zancadas y lo evidente me golpea con fuerza en las narices al intentar encontrar sin éxito unos palitos de cangrejo dentro de la cueva del wampa en la que se ha convertido mi congelador: tengo que descongelar la nevera. Maldición. De esta primera afirmación se infiere una segunda: antes tengo que acabar con todo lo que tengo en el congelador. Maldición otra vez. Se trata de una misión engañosa… Parece fácil, ¿verdad?, y sin embargo cuando te pones a ello el congelador contraataca  y hace aparecer como por arte de magia restos de guisantes, aros de calamares y croquetas de tu suegra que el día antes jurarías que no estaban allí. Por mucho que saques y vayas gastando, siempre queda algo más en el fondo de la balda de arriba. Creo que el congelador odia más ser descongelado que yo descongelarlo y es su manera de rebelarse. Como los niños que no quieren bañarse y cruzan los brazos para que no puedas quitarles el jersey. Saben quién va a ganar al final, pero sospecho que mientras tanto disfrutan de lo lindo poniéndonoslo difícil.

Cazuela de bacalaoEn fin, pues en esta lucha que mantengo últimamente con mi congelador encontré el otro día un estupendo trozo de bacalao, y mirando recetas decidí hacer esta cazuela de patatas con bacalao y gambas, (y así maté dos pájaros de un tiro, porque las gambas también eran congeladas, ¡punto para mí, congelador!). Nos ha encantado, queda riquísima, muy sabrosa y un plato muy completo. El bacalao le da mucho sabor al guiso, y a la vez el refrito le aporta lo suyo al pescado. Como no es un producto barato, esta receta es una buena manera de aprovecharlo en un plato que cunda, alimente bien y encima esté buenísimo. Que lo disfrutéis.

Ingredientes:

  • 1 filete de bacalao grande, (como de unos 400 g)
  • 100 g gambas, (yo utilicé de las congeladas ya peladas y todo)
  • 1 lata pequeña de tomates al natural, (suelen ser de unos 400 g)
  • 1 cebolla
  • 3-4 patatas
  • 15 almendras peladas
  • 3 dientes ajo
  • 2 rebanadas pan duro
  • perejil
  • aceite
  • sal

Una vez que tengamos el bacalao descongelado lo secamos bien con papel de cocina, lo cortamos en unos 5-6 trozos, lo enharinamos y lo freímos en una cazuela grande con un buen chorro de aceite hasta que esté dorado. Sacamos los trozos a un plato con papel absorbente y los reservamos.

En esa misma cazuela con el aceite que ha quedado sofreímos la cebolla picada finamente con un poquito de sal. Cuando esté empezando a dorarse añadimos los tomates picados con su jugo y dejamos que evapore todo el líquido.

Pelamos las patatas y las cortamos a rodajas gruesas, como de 2 cm. Las enjuagamos bien para que suelten el almidón, las escurrimos y las incorporamos a la cazuela. Damos a las patatas un par de vueltas y las cubrimos con agua, (mucho mejor si tenéis caldo de pescado).

Para el “majao” tostamos en un poquito de aceite el puñado de almendras con cuidado de que no se quemen porque amargarían, un par de rebanadas de pan y los dientes de ajo. Lo majamos todo con un poquito de agua y el perejil hasta formar una pasta y se lo agregamos a la olla. Dejamos que cueza todo junto unos 20 minutos a fuego medio-bajo para que no se pegue hasta que las patatas estén tiernas. Podemos añadir más agua si vemos que se nos está quedando demasiado seco.

Cazuela de bacalaoA última hora añadimos las gambas, que se hacen muy rápido, y los trozos de bacalao, que ya están cocinados. Dejamos que hierva todo junto un par de minutos a fuego suave para que se impregnen los sabores cuidando que no se rompan las piezas de bacalao, rectificamos de sal si es necesario y ya lo tenemos listo. A disfrutar.

Fuente: Adaptada de Cocina tradicional española, Editorial Optima, S.L.