Estas últimas vacaciones nos hemos ido de InterRail. Para quien no lo conozca, y resumiendo bastante, el InterRail es un pase que te permite viajar cogiendo trenes a tu antojo por toda Europa. Era una espinita que yo tenía clavada, porque este bono antes sólo lo podías comprar si todavía no habías cumplido los 26 años, y por muy bien que crea que me conservo, la dura realidad es que hace ya bastantes años que le dije adiós a los números que empiezan por 2. Ahora lo puedes comprar tengas la edad que tengas, pero os advierto que si te montas el viaje siguiendo “el espíritu del InterRail”, llegas a entender por qué se pensó como algo para gente bien joven. ¿Y qué es el espíritu del InterRail para mí? pues para que os hagáis una idea:

  1. Prohibidas las maletas –> Mochilón en toda regla, que por supuesto como mujer precavida que eres, te pruebas en casa para asegurarte que vas a poder con el peso sin problemas. En ese momento te parece de lo más ligero, hasta que mil y pico kilómetros después te encuentras cargando con él por el centro de Avignon a 36º porque las consignas de la estación están de obras…  Acabas andando de esa forma tan característica de los mochileros, ligeramente inclinada hacia delante para evitar la humillación de caer de espaldas sobre el macuto por el peso y verte reflejada en Gregorio Samsa, convertida en una pobre escarabajo que agita sus piernas sin conseguir darse la vuelta.  La mochila impoluta recién comprada para la ocasión te delata ante mochiler@s más experimentad@s que te encuentras por el camino, pero la intentas llevar con toda la dignidad del mundo como si esto lo hicieras todos los fines de semana, mientras como una loca nada más subir al vagón, buscas un lugar donde dejar semejante armatoste para que puedan descansar tus pobres hombros.
  2. Prohibidas las reservas con antelación –> Para mí viajar en InterRail es la antítesis del viaje organizado. Vas decidiendo sobre la marcha tu itinerario, miras en las pantallas los destinos de los próximos trenes y te subes a uno.  No llevar nada planeado tiene sus ventajas, como que no se te pueden estropear los planes. Esto es algo que en mis años de trabajadora de la hostelería siempre me ha parecido curioso. La gente que está de vacaciones, cuando tienen todo el tiempo del mundo y se supone que deben estar relajándose, es la que se coge el mosqueo más grande cuando algo se les tuerce. Y no digo nada importante, no… “¿Que el ferry que nos iba a llevar hoy a visitar Tánger no sale porque hay viento? ¿¿Y ahora qué hacemos??” ¡Por dios! Que estáis de vacaciones, c__o, ¡anda que no habrá cosas que hacer! Si entras en el espíritu del InterRail esas cosas no te pasan. Que te bajas en una ciudad en la que pensabas dormir y resulta que es horrorosa y llena de maleantes… pues con las mismas te vuelves a subir a un tren y te vas para otro lado. O al contrario, que sales de una estación con la idea de tomarte un bocata en algún lado con una cervecita mientras llega el próximo tren y te enamoras del lugar… pues a buscar un sitio donde descargar mochila y planchar oreja y a lanzarte a descubrirlo.

Con lo que me enrollo creo que mi experiencia con el InterRail va a dar para más de un post, así que os voy a poner la receta de hoy y ya continuaremos el próximo día con más puntos esenciales del “espíritu del InterRail”. La receta de hoy en una ensalada riquísima y muy completa. Recuerda un poco a la ensalada malagueña que me gusta tantísimo, por aquello de las patatas y el bacalao, pero en la malagueña el bacalao es fresco asado y en ésta es ahumado, además del resto de ingredientes que también son diferentes. Vamos… que es otra ensalada.

Ingredientes:Ensalada de patatas y bacalao ahumado

  • 3 patatas
  • 125 g bacalao ahumado
  • 1 tomate grande o 2 pequeños
  • 1/2 cebolla dulce o 1 cebolleta
  • 2 huevos duros
  • 1/2 lata aceitunas negras
  • aceite
  • zumo de limón

Cocemos las patatas, las pelamos, las troceamos y las echamos en un bol grande donde iremos añadiendo el resto de ingredientes. Cocemos los huevos, (10 minutos en agua hirviendo), los pelamos bajo el grifo de agua fría y los troceamos también. Picamos el bacalao escurriéndole el aceite, el tomate y también la cebolla, ésta última en trocitos pequeños. Añadimos las aceitunas negras y mezclamos. Hacemos una vinagreta con 3 partes de aceite por una de limón y aliñamos la ensalada con ella, mezclando todo hasta que queden los ingredientes bien repartidos. Yo no le añado sal porque el bacalao y las aceitunas ya son bastante saladas, pero eso va en gustos. Pues ya la tenemos lista, la dejamos enfriar un poco en la nevera, aunque tibia está incluso más rica, ¡y a comer! Que la disfrutéis.